Por fin me besa, larga y apasionadamente; después de una noche buscándonos tras un año de continuo coqueteo; de esa forma que tanto me gusta: primero me muerde el labio inferior y después introduce su lengua en mi boca. Entramos en el portal, subimos al ascensor y somos solo manos, bocas, lenguas, labios y ganas.
El deseo, denso y fuerte, invade mi sangre y enturbia mi mente. Me empuja contra la pared, presionando con sus caderas, sujetándome con una mano en mi pelo y la otra en mi cintura.
Ardo en deseos de quitarle la ropa. Tiro de su chaqueta hacia atrás y cuando el ascensor llega, llegamos a trompicones a las escaleras del último piso para que nadie pueda vernos.
Se sienta en las escaleras y yo hago lo mismo a horcajadas encima suyo, su chaqueta cae al suelo, y sin separar su boca de la mía, sube la mano por mi pierna y me levanta el vestido. Nos embarcamos en un vaivén acompasado hasta que se introduce en mi interior. Me arden las venas, sus ojos marrones me fulminan e incrementamos el ritmo hasta que llegamos a un delicioso clímax lleno de fuegos artificiales en forma de gemidos y jadeos.
Extasiada, me muero por ganas de repetir de nuevo....
bendito ascensor...en mi bloque hay dos
ResponderEliminarQue entrada tan ardiente.
ResponderEliminar"Entramos en el portal, subimos al ascensor y somos solo manos, bocas, lenguas, labios y ganas." Esa parte es increíble.
ResponderEliminarvolví al verte
ResponderEliminarsencillamente perfecto y ardiente.
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